Entradas

Mostrando entradas de abril 30, 2014

Y MIENTRAS, PUEDO DEDICARTE UN VERSO

Quisiera escribir en tan poco tiempo lo que el tiempo no me dejará que escriba... ...Y así descubrí tu mirada; una mirada muerta que mis ojos ilusos y enrojecidos, sacrificaron mi sonrisa por tu nueva venda (Por descubrir aquella mirada...) Un sentimiento que es perseguido por doquier, caminos que nos hacen ver por donde debemos ir, en donde debemos pisar, andar y parar (Senderos por donde nos vieron y verán partir...) Quien me dijo a mi que el camino era fácil, que el camino me lo enseñarían, que el camino lo tengo que elegir yo. (Me dijo a mi que ella me dominaría...) Y así empiezan los caminos que recorren tu alma, y a tu lado la mía, que te ve envejecer. Y observo aquel consuelo que aún vive, y me observo y camino a paso de gigantes como tu misma me enseñaste. Y me miro y te miro madre, y camino y te miro, madre, (Mis pasos tampoco serán infinitos...) Patricia López Castillo.

ELLA ES RIVERA.

Me hizo ver la ilusión de sus palabras. Ágil en su experiencia Que alegría derrocha... Ella es pura. Y con un secreto en sus ojos el alma en vilo me dejó. Su pasado, añejo y desnutrido por ese alma que la dejó. Abandonada en su reflejo, Sonríe cada día, si puede, Para verme feliz. Es el consuelo de mi alma. La que me enseñó a reir Y despertar bajo este lápiz La que despertó mi raiz. Mi tinta resucitaste, ¡Oh! Paqui... ay... Rivera es tu nombre Latente y sincera. Puedo derretirme, Describiendo su corazón, En un tintero se me escapa En un verso, tu amor. Patricia López Castillo.

Déjame que te cuente.

Déjame que no llore. Que mi llanto no lo oigan   los   sordos.  Déjame que mi angustia no sea amarga a mis pasos, arrastrados y sin rumbo sin llegar a ninguna parte, Sin fuerza   van pisando aquellas lágrimas que me dejaste, en aquellas   horas ,  que matan sin piedad, testigos de nuestro desnudo al azar.  Déjame que te bese, aquella herida que sin curar aún sangra. Déjame que te bese, que mis labios enrojezcan tus mejillas de nuevo, como   antaño, en esos días soleados. ¡Qué fueron de aquellos días! Dime,  si aún buscas piedad en tu alma, consuelo en mi sonrisa, quizás no seré yo, quien sepa sostenerte en mis brazos. Quizás, no seré, quien haga de ti mi prisionero. Y si aún pides piedad en tu mirada, ¡Ni rencor ni lástima! ¡Que se lleven los demonios quien de ti no se apiada! ¿Porqué pedir paciencia si ni siquiera te la ofrecieron? ¿Porqué encontrar perdón cuando ni siquiera te has perdonado? Ay, Alma viajera y pura.