BAJO LA ESCALERA
Allí se encontraron a Marta. Bajo el hueco de la escalera.
Inmóvil, sin saber cómo había llegado hasta allí.
Se había encogido su corazón. Helada y desconcertada no sabía
donde estaba. El dolor que provocaban las cuerdas que ataban sus muñecas, el
sudor de sus manos y la penumbra que la envolvía, la despertaron en su propio
grito <<¡Auxilio!>>
El terror
la apresaba y sus dedos apenas los podía sentir. Notaba cómo el mármol se
cernía en cada poro de su piel.
Apenas
intentó levantarse, desistió. No podía. Cuando se movía más de la cuenta se
ahogaba. Estaba petrificada, le era imposible casi moverse. Empezó a
retorcerse, a intentar desatarse, a intentar pedir ayuda, pero seguía sin
conseguirlo.
Como si de
una serpiente se tratara, se retorció una y otra vez en el suelo hasta quedarse
dormida.
En quince
minutos, se despertó gritando y llorando desconsoladamente. Apenas le salía la
voz, apenas ella misma se escuchaba cuando nombraba a alguien para que la
ayudase, apenas unos minutos habían bastado para darse cuenta de que aquella
oscuridad absorbía sus palabras y su quebranto.
Intentaba
buscar alguna luz entre tanta oscuridad. Sus ojos habían perdido el brillo de
esas lágrimas que no la dejaban ver, y a lo lejos un destello de luz pudo
percibir.
Intentó
adivinar cómo soltarse, cómo estaba atada, cómo podía huir de aquel infierno.
Al tirar
una vez más, notó cómo los cordones de sus zapatos eran los que le rodeaban el
cuello. Y al mismo tiempo, una puerta se abrió, dándose a ver su estado, y
volvió a cerrarse con un estrépito golpe, retumbando el suelo.
<<Cómo
es posible, quién me ha hecho esta barbaridad>>.<<Es impensable
pensar que estoy aquí, semidesnuda, faltándome mis botas, con este olor a gato
muerto, a podredumbre. Y mi camisa, quién me ha rasgado la camisa así>>.
En el piso
de arriba empezaron a escucharse golpes. Una silla se arrastraba de un lado a
otro de la estancia. Marta palidecía cada minuto más. <<Estoy
muerta>>. <<No se quién quiere verme muerta>> Se sentía
indefensa. La bajada de temperatura empezó a dominar su cuerpo. Desde sus pies,
sus muslos, su pecho, su nariz y sus mejillas, por donde rodaron sus últimas
lágrimas…
El sonido
de la habitación de arriba cada vez se hacía más pesado. Los golpes eran secos,
cada vez más fuertes. Parecían que iban a tirar un muro.
Un timbre
sonó.
Nadie abría
y volvió a sonar. De nuevo una vez más y otra más, casi sin dejar de parar,
“din-don” “din-don” ¡“din-din-don-don”! pARÓ.
Una
corriente caló la piel de Marta. Todo quedó en silencio. La puerta del patio se
estaba abriendo, pero ella no era consciente. Nada ni nadie parecía moverse. ¡Sal de ahí Marta!- agonizaba su
subconsciente.
Tras tanto
silencio un hálito la resucitó del trance. Se oían golpes de sartenes, platos,
vasos estrellarse contra el suelo, una cafetera a punto de café… Y volvió a
sonar el timbre de la puerta principal. De un salto, y casi sin esperarlo Marta
corrió para ver aquello. Sus ojos no daban crédito. Todo estaba volando
alrededor de la mesa de la cocina. <<¡Quién anda ahí!>> “Marta no hay nadie - le dijo su conciencia”
Volvió a
sonar el timbre. Una voz de mediana edad gritaba desesperada.
Salió a la
puerta de la calle, un niño tras una pelota. En un acto reflejo, Marta se giró
bruscamente. Un sonido de dentro hizo volverse a toda prisa. Un pensamiento la
inundó, la paralizó. <<Cómo me he desatado…>>
En el piso
de arriba seguían los golpes. Zarpazos y más zarpazos. Despabiló de su ausencia
y subió las escaleras de dos en dos. Empujó la puerta desde donde se supone que
provenía tal escándalo. El pomo estaba demasiado frío para abrirlo y empujó con
las fuerzas que le quedaban a la puerta. Cogió carrerilla hacia atrás y la
abrió con su cuerpo.
Los pies de
aquella mujer golpeaban el cristal de la ventana, y el cuerpo, aún con espasmos,
parecía con vida. Marta acercó una mesa que había en la habitación, le posó los
pies y sujetándola, aflojó la soga que la colgaba. La dejó sobre la mesa y
corrió despavorida para pedir ayuda.
Inesperadamente,
cuando se volvió para salir, la puerta había desaparecido. <<¡La puerta
no está!>>
Giró la
cabeza hacia la mujer, y tampoco estaba. Se levantó y empezó a buscar la
ventana. Todo había desaparecido. Todo estaba pintado de blanco. La pared era
lisa, gélida y deslumbraba sus ojos. Empezó a gritar y a dar vueltas alrededor
de ella, sin sentido, sin ridículo y sin que nadie más la escuchara. Su corazón
palpitaba cada vez más, sólo se oía su agonizante corazón retumbar entre
aquellas paredes. Marta cayó al suelo.
Al abrir
los ojos, vio la sonrisa de su madre. Tanto alboroto esta noche hija, ¿Qué te
ocurre?-le dijo.
Marta no
pudo hablar. Y en los brazos de su madre, y allí en su habitación, se quedó
dormida, por fin.
Patricia López Castillo_ 24/06/2009
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